
El caso de Iván, el nene de cuatro años que el jueves fue mordido en la cara por un perro dogo, se suma a una larga lista de este tipo de emergencias registradas en el Hospital de Niños Víctor J. Vilela. Por año, entre internaciones y casos ambulatorios, se atienden allí más de 200 niños, la mayoría, menores de tres años. La cantidad es similar en el Sanatorio de Niños donde las mordeduras de perros ocupan el tercer lugar entre los accidentes evitables, tras los viales y hogareños. El chiquito fue intervenido quirúrgicamente durante tres horas y ayer seguía con respirador y en estado crítico.
Esta semana, Iván fue la segunda víctima de ataques protagonizados por perros de raza de gran porte y de las consideradas peligrosas. Fuentes consultadas por LaCapital comentaron que el chiquito jugaba con su mascota familiar en su domicilio (Urdinarrain al 7400). Dijeron que Iván le habría querido sacar una botella de plástico de la boca al animal que de repente reaccionó con furia, "se le abalanzó y mordió la cara". El chiquito ingresó al Vilela con serias lesiones en el rostro (incluso con desgarro casi total de nariz, fractura de huesos nasales, de mandíbula inferior y superior, compromiso del globo ocular) y hundimiento craneal.
Las estadísticas. La directora del Vilela, Stella Binelli, dijo que en lo que va del año se registraron cuatro casos "sumamente graves", como el de Iván, que requirieron internación en terapia intensiva en el Vilela. Pero a ese número se sumaron dos internaciones y 122 consultas ambulatorias. "Sólo en mayo atendimos a 30 pacientes, la mayoría de la primera infancia. Las lesiones dependen de la altura de los niños, pero en general son mordidos en la cara y en las manos. Y las razas atacantes se repiten: son perros de más de 30 kilos, como los dogos, rottweilers y pitbulls. Como pediatra siempre hablo del efecto benéfico de una mascota, pero hay que diferenciar esto de un animal de defensa: su peso, carácter y mandíbulas son distintas", aseguró la médica.
Apelando a las estadísticas del hospital, Binelli agregó que en 2007 las internaciones por mordedura de perro fueron 16 y en 2008, 19. Y las visitas a la guardia por lesiones menores fueron 193 en 2007, y 267 en 2008. "Los casos ambulatorios —explicó Binelli— son los que obligan sólo a la limpieza de la herida, la prescripción de un antibiótico, la colocación de la vacuna antitetánica en caso de que no se haya inoculado, y la consulta a un centro antirrábico. En estas situaciones, lo grave puede ser la infección posterior, no hay que perder de vista que se trata de heridas sucias".
Enfermedad accidente. El coordinador del centro de emergencias del Sanatorio de Niños, Aníbal Krivoy, aclaró que no es correcto hablar de "accidente" al referirse a los ataques y mordeduras de perros a las personas. "Hablamos hace tiempo de «enfermedades accidentes», por considerar que son casos evitables. O sea, tratamos al accidente como una enfermedad, como situaciones para las que hay medidas que no se tomaron a tiempo. No tenemos en cuenta el azar, la mala suerte o el destino", subrayó.
Y en esta tónica indicó que las cantidades del Vilela no difieren demasiado de las del sanatorio de Niños y hasta ordenó a las emergencias del efector por recurrencia y gravedad: en primer lugar ubicó a los accidentes viales, luego a los del hogar (incluyendo aquí a golpes, quemaduras y los problemas por inmersión) y en tercer lugar a las mordeduras de perros que, según sostiene Krivoy, atacan cuando están con su cría, atados o comiendo.
"Los perros no muerden hasta que muerden", dijo el médico, pero remarcó que su frase no intentaba ser irónica sino ilustrativa: "No hay que subestimar a los animales; hay que ponerlos en su lugar. Muchos chicos llegan aquí mordidos también por perros de razas chicas, lo que sucede es que esos episodios no trascienden. A veces un animal no tiene intenciones de morder, sino de advertir, pero en el hociqueo engancha un colmillo y desgarra. Y si son de gran porte, claro, la lesión es más importante. Con estos perros el Estado debería poner restricciones".
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