Fito Paez en Rosario


No hay legado más placentero para un músico que dejar un puñado de bellas canciones flotando en el viento. Y, fiel a esta frase, Fito Páez ya podría darse por hecho. Lo demostró, por si hacía falta, una vez más sobre un escenario. Esta vez fue el sábado pasado, ante un Metropolitano colmado por unas 3.500 personas que agotaron las localidades. Simplemente, un show inolvidable.
   Fito llegó para hacer 2 horas y media de show en una extensa lista de canciones, en donde se notó el trabajo aflatado con su flamante banda The Killer Burritos. El grupo liderado por Coki Debernardi le dio un soplo de energía distinto a muchos de sus clásicos, que sonaron remozados y sin perder una pizca de su esencia.
   Así Páez fue desempolvando viejas gemas del arcón de los recuerdos en una noche que estuvo especialmente nostálgico, como cada vez que pisa suelo rosarino. Se notó en los cambios de letras en muchas canciones, donde incluyó las citas a Charly (el más homenajeado de la noche), Spinetta, Nebbia, Fabiana Cantilo y Liliana Herrero, en un guiño amistoso y de reconocimiento hacia ellos.
   El guiño a los integrantes de la Trova Rosarina también estuvo presente. Fue antes de entonar “La vida es una moneda”. Junto a Gonzalo Aloras, Coki, Carlos Vandera y Pablo Dacal, Fito mostró una suerte de nueva trova de cancionistas locales, que tomaban la posta de Abonizio, Fandermole, Rubén Goldin y Lalo de los Santos, en un firmamento que incluyó desde ya a Baglietto y Silvina Garré.
   Fue uno de los momentos altos de la noche. El cruce de expresiones mostraba ese respeto que tiene Fito por la canción popular, cuyo nacimiento lo citó con “Mi noche triste”, en 1916. Y no fue casual la presencia de Dacal, un músico de porte tanguero, que le dio un color arrabalero a “Alguna vez voy a ser libre”, una canción de “Giros”.
   El otro chispazo emotivo llegó junto a Aloras y Vandera cantando “La rueda mágica” y “Normal 1”. La gente reconoció más que nunca el aporte artístico de todos los músicos en escena. Se notaba que lo que bajaba del escenario era de una materia prima genuina y potente, y bien valía el aplauso y el máximo apoyo.
   Fito también brilló solo al piano. “El amor después del amor”, “Thelma y Louise”, “Del 63”, entre otros temas, y hasta “Filosofía barata y zapatos de goma”, de Charly integraron ese set intenso e intimista.
   Conectado a su guitarra, también le puso punch eléctrico a “Ciudad de pobres corazones”, “Lejos en Berlín”, “Taquicardia” y “Cerca de la revolución”, de García.
   El final llegó con “Mariposa teknicolor”, con todos de pie, cantando una más de esas perlitas de fogón que sabemos todos. Fito llegó a los corazones y la culpa sigue siendo de esas eternas canciones.
La Capital

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